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Libertad y respeto


Por la propia naturaleza de la raza humana, cualquier persona es libre para expresar sus ideas y pensamientos y reflexiones, para dar los pasos que estime oportunos, para elegir su camino. Nadie debe, bajo ningún concepto, desposeer al ser humano de esa libertad que es inherente a su esencia, a su persona. Asimismo, un hombre respetará absolutamente las decisiones correctas, justas, tomadas por sus semejantes, al igual que estos respetarán, con la misma honestidad, las adoptadas por él. Estas decisiones acertadas son las que benefician, según el número de miembros, a toda o a la mayoría de una sociedad.

Sabemos de sobra que en el respeto está la base de toda convivencia, de toda democracia. Si ciertas personas echan de ellas el respeto por una o siete mil setenta y siete causas irracionales, la relación entre esos individuos y los no respetados, o entre el pueblo y sus gobernantes, o entre unos dirigentes y otros mandatarios... se rompe, se desploma. Cuando esto sucede, el respeto se aleja, se aleja hasta desaparecer por completo. Ya nunca jamás regresará. Esto es evidente, pero, aunque lo entendemos y lo aceptamos como demócratas que voceamos que somos, no actuamos así en muchas ocasiones.

En todos los territorios de la vida, hay personas que creen a pie juntillas que ellas están en posesión de la verdad y que las de las demás zonas se hallan en la mentira, en el desacierto, en la oscuridad..., y viceversa. Mientras los hombres no sean conscientes de que el mismo derecho tiene una persona a opinar lo contrario que la otra y de concebir y actuar sobre cualquier tema o asunto de forma contraria a como la de enfrente lo hace..., no existirá el respeto entre ellos. Siempre que esa opinión, concepción y actuación no atenten contra el bien común. Por lo tanto, si un individuo o varios, o un partido político, o una asociación, o una institución... practica el sin sentido para beneficio de aquellos que la componen, una minoría, levantará una muralla que obstaculizará plenamente el entendimiento entre los interlocutores. “Convierte tu muro en un peldaño”, nos exhorta Rainer Maria Rilke. Pero, ¿por qué es tan difícil, a veces imposible, seguir el consejo del escritor checo? Porque vivimos en una sociedad que se asienta, precisamente, en la ausencia de respeto, de tolerancia. Por desgracia, muchos hombres solo buscan su bien o el de su limitada colectividad sin importarles, en absoluto, el bien de todos aquellos que no están dentro de “su sociedad”.

Hay quienes piensan que la razón habita en ellos y la sinrazón en sus contrincantes en oposición abierta al humo que intentan “vender” los otros. Son tan necios que ven la paja en los ojos de aquellos que caminan con ellos y, sin embargo, no ven las vigas que ciegan los suyos. ¿Por qué no toman conciencia de sus errores y aceptan sus equivocaciones?, o expresado con otras palabras: ¿por qué a sabiendas de que los han derrotado, proclaman que la victoria ha sido suya, si lo que aún defienden a capa y espada, incluso después del rotundo fracaso, no tiene lógica alguna? De humanos es equivocarse, salir vencidos, y de humanos es recomenzar de nuevo la lucha, con más sabiduría, sobre la vida al asimilar, tanto las omisiones como los errores cometidos. Lo que es inhumano es permanecer en el error y combatir para que otros comulguen con él, engañados o esclavizados por estos seres sin conciencia, sin escrúpulos, o por aquellos fanáticos que los siguen ciegamente.

 

 

 

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