La exhumación o no de la momia de Franco del Valle de los Caídos se ha convertido, gracias al resistente Pedro Sánchez, en una de las bazas electorales de la tabarra que viviremos durante y después de Semana Santa.
No es que afirme un servidor que el resultado de los comicios dependerá de su traslado a otro lugar distinto al citado Valle, lugar que por cierto no eligió el encargado por la II República para reprimir la insurrección de Asturias y que más tarde se encargó de dar un golpe de Estado a la citada República que finalizó con nuestra incivil guerra que, dialécticamente, sigue viva tras más de ochenta años.
Todo comenzó cuando el resistente Sánchez se hizo a través de la moción de censura con el gobierno de la nación y prometió que en unas semanas se procedería a la exhumación del gallego de marras.
La cosa, no la “momia”, se ha ido dilatando en el tiempo, aunque ahora la ministra “trifálica” ha prometido que en quince días se buscará acomodo a la citada momia en otro lugar que no sea la Catedral de La Almudena.
Resucitar, no, pero volver a parlotear sobre el “Caudillo de España por la gracia de Dios” se ha recrudecido y aquello que ya parecía casi silenciado hoy se ha convertido en un tema de apuestas sobre si llegaremos al 28 de abril con la promesa de Sánchez cumplida.
El prior de la basílica ha asegurado que “nanay de la china”, o sea, que nadie entrará en el Valle como Simón “el enterraor”, mientras los nietos recurren al TS.
Días quedan pocos, así que vaya usted a saber.
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