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El Copo. Ludopatía a la carta en la intimidad


El vicio del juego es el más extendido en la sociedad y el que se ve con más normalidad. Una inmensa parte de la sociedad se juega algún que otro euro al azar. Recitemos algunos juegos: sorteos de la ONCE, lotería nacional, bonoloto, primitiva, maquinitas musicales, bingo, timbas particulares, etc. El gran beneficiario es papá Estado que se lleva un buen pellizco por premios sabrosos.

A pesar de ello solamente es tildado como jugador el que atraviesa las puertas de un Casino; vaya por delante que a un servidor le encanta jugar de verdad, aunque hace años que no me adentro en una buena timba de póquer -el juego por excelencia- entre amigos o en la luminosidad de un Casino para disfrutar con la ruleta, el bacarrá o el chemin de fer, pero siempre sin jugarme las pestañas.

No sé si han caído en la cuenta de la enorme cantidad de anuncios en televisión que invitan a la ciudadanía a jugar “on line” en la intimidad del hogar; su música, colorido, “generosidad” y machaqueo consiguen que miles y miles de ciudadanos, especialmente jóvenes, acudan al reclamo y penetren el sórdido camino que lleva a la ruina de la ludopatía.

Y papá Estado lo permite porque cobra, y todas las televisiones y emisoras de izquierda, derecha y eclesiales lo emiten en sus pantallas y programas. Papá Estado, aunque gocemos de libertad, se ha convertido en el mayor generador de ludópatas y, por tanto, de familias arruinadas.

         ¿Hasta cuando lo vamos a permitir o es que el tema no tiene importancia?

         Juguemos al amor, aunque a veces nos haga llorar.

 

 

 

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