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Falsedad


Los medios de comunicación se han hecho eco del gesto del Sr. Presidente del Gobierno quien, después de saludar los primeros a los Reyes de España, se situó con su esposa, a la  derecha de SS.MM., recibir los saludos de los invitados.

Con el propósito de aliviar tan extraño momento, alguien del protocolo lo subsanó alejándolos del lugar en que, inopinadamente, se habían situado.

Intentando justificar tal error, D. Pablo Iglesias afirma en un vídeo, visto en Internet, que D. Pedro Sánchez ha sido elegido Presidente del gobierno por el Parlamento, en cambio “al Rey no lo ha elegido nadie”. Torticera manifestación del líder de Podemos pues sabe muy bien que lo dicho por él, no es cierto.

En efecto: la Constitución Española, aprobada en referendum el 6 de Diciembre de 1978, dentro de poco cumplirá 40 años, es el marco legal donde se incardina la nación española, única e indivisible, según reza su artículo 2. En ella se adopta “la forma política de monarquía parlamentaria”.

Asimismo, el Título 2 que trata “de la Corona”, designa al Rey como Jefe del Estado y su título es: Rey de España. El artículo 57.1 la declara “hereditaria en los sucesores de Don Juan Carlos I, legítimo heredero de la dinastía histórica”. Por tanto, a Felipe VI lo legitima la Constitución mayoritariamente aprobada por los españoles en aquella histórica fecha. Felipe VI, heredero de la Corona, en virtud del artículo citado, fue “elegido” por amplísima mayoría de los españoles.

Es precisamente la Constitución del 78 que hace rey a Juan Carlos I y, cuando proceda, a sus herederos, quien legitima al Sr. Iglesias y los componentes de su grupo como parlamentarios. Y aunque mayoritariamente los españoles no los hayan votado, en virtud del mandato constitucional, sus no votantes han de aceptarlos como si los hubieran votado.

Nuestra Carta Magna permite que estén en el Parlamento aquellos que quieren “dinamitar” a España como nación. Asimismo establece el mecanismo por el cual puede modificarse. Por tal motivo el Sr. Iglesias, si no le gusta el sistema de representación que los españoles nos hemos dado, en vez de lanzar soflamas, proponga las reformas que desee y se agencie las adhesiones suficientes para su aprobación.

Mientras tanto conforme a su condición de parlamentario, y por ende servidor público, debe acatar las leyes, cumplirlas y hacerlas cumplir. 

Solo la perversión de  actitudes sectarias puede hacerle olvidar algo esencial: el Parlamento español representa a toda la nación española y cada individuo que lo conforma también, no sólo a quien lo haya votado. Olvidar esto lo descalifica.

 

 

 

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