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Con más democracia


La crisis económica y financiera, que padece Europa y otros países del mundo, continúa su avance imparable e implacable. Crisis esta que ciertas naciones la están sufriendo con una virulencia extrema. Dice Franklin que “…un pequeño agujero hunde un barco”. Si extrapolamos estas palabras a determinados países, cambiando y añadiendo algunos términos, podemos decir que “…un gran agujero, en la economía y en las finanzas de un país, hunde irremisiblemente a éste en el océano, profundo y oscuro, de la pobreza, aunque siempre habrá quien se salve de esta hecatombe.

Es evidente que los virus de la susodicha crisis, sumamente contagiosa, comenzaron su destrucción (de personas, de empresas, de puestos de trabajo…) tras gastar inmensamente más dinero público de lo que se ingresaba. Tengamos, pues, siempre presente que “nada proporciona, refiere Calvin Coolidge, dignidad tan respetable ni independencia tan importante como el no gastar más de lo que ganamos”. Por ello, quien hizo que un sinnúmero de naciones enfermara a causa de esta crisis perdió su dignidad ante el pueblo soberano, arrastrando a dichos países a ser dependiente de otros con la consiguiente pérdida de soberanía.

¿Qué hicieron y qué hacen el gobierno, los partidos políticos, los sindicatos… para evitar que esas naciones sufriesen esta patología de difícil curación? Nada. Absolutamente nada. Y lo peor de todo es que esta dejadez continúa hoy en día su acción perturbadora y destructiva. Además, los gobiernos actuales de estas naciones actúan, sobre los problemas más y menos acuciantes de estos territorios, de una forma totalmente negativa, ya que restan o recortan, donde no tienen que restar o recortar, sino simplemente sumar para beneficio de esos sectores de la sociedad, cuyos miembros ven día a día cómo merman sus ingresos, o cómo desaparecen sus puestos de trabajo, o cómo quiebran determinadas empresas pequeñas y medianas con el consiguiente cierre de las mismas. ¡Cómo pueden los gobiernos, sean de la ideología que sean, nutrir a los propios dirigentes nacionales y a sus respectivos séquitos (humanos y materiales), sálvense los honrados, gastando muchísimo más que lo que ingresan! Obviamente, en estos excesivos gastos está el núcleo de la crisis, el cual posee un citoplasma inmensamente extenso e incontrolable.

Para oxigenar (?) a esta ingobernable y atípica célula, los actuales regidores recortan y recortan presupuestos en aquellos estamentos o estratos que por su idiosincrasia deben ser intocables (Educación, Sanidad, Fomento, Empleo y Seguridad Social…), sin embargo, no ven que el enorme agujero, ya aludido, se halla en otros niveles. A estos entes e individuos, sí hay que aplicarles recortes máximos, pero no en los campos ya mencionados, sino en aquellos otros en los que se despilfarra para beneficio de los políticos corruptos. Por ello, habría que suprimir aquellos departamentos en los que se derrocha no para bien de la sociedad, sino de unos muchos políticos, que practican “el arte de servirse de los hombres, dice Louis Domur, haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. Ante esta cruda realidad, no debemos olvidar que los problemas de un Estado demócrata sólo se solucionan si les aplicamos a estos las leyes y normas de la democracia. “Todas las enfermedades de la democracia, manifiesta Alfred E. Smith, pueden ser curadas con más democracia”.

 

 

 

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