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"Memoria histórica"


Franco,  el 22 de Julio de 1969, pronunció ante las Cortes Españolas, un discurso en el cual designaba a D. Juan Carlos de Borbón, Príncipe de España y su heredero a titulo de Rey. Las Cortes aprobaron la propuesta por amplísima mayoría. Según mi recuerdo solo 28 de los procuradores votaron en contra o se abstuvieron. Obsérvese que D. Juan Carlos fue designado Príncipe de España y no de Asturias, nombre tradicional en la monarquía. La razón fue que se instauraba una nueva y no se restauraba la que se ausentó el 14 de Abril del 31.

Con tal designación culmina la "larga marcha hacia la Monarquía" cuyo texto expresa, documentadamente, las vicisitudes e incertidumbres pasadas por el Príncipe hasta ese momento donde se despeja su, hasta la fecha, incierto futuro.

Por tal motivo D. Juan Carlos fue rey de España, con todos los poderes que tuvo Franco hasta su muerte, por decisión personal del propio Franco.

Fue el Rey quien presidió los actos fúnebres, y al decir de los buenos informados, el que decidió su enterramiento en el Valle de los Caídos. Asimismo, distinguió a su única hija con el titulo de Duquesa de Franco a cuyo fallecimiento D. Juan Carlos, ya rey emérito, hurtó su presencia en el tanatorio para acompañar en el dolor, in situ, a sus hijos. (*)

Franco, con sus bondades y maldades, pertenece a la Historia. Va para cuarenta y tres años que está enterrado. Más tiempo que como Jefe de Estado.

Como es bien sabido, por la extensa difusión de los medios, una de las prioridades de D. Pedro Sánchez, flamante Presidente del Gobierno tras ganar su voto de censura al anterior, es desenterrar los restos de Franco, por vía de urgencia, borrar los vestigios de que estuvo allí, sin saber qué hacer con el monumento.

Tal propuesta ha encendido la mecha, de tal manera, que hoy no hay medio ni tertulia que no hable, con mayor o menor pasión, con mayor o menor objetividad, de Franco.

La ley de Lenz asevera que, en determinadas circunstancias, los efectos se oponen a las causas que los producen, en cuya virtud  puede que el asunto, se vuelva en contra del aprendiz de brujo que las provoca.

Mientras tanto, D. Juan Carlos, quien decidió su enterramiento y debe su corona, y por ende la de su hijo, al finado, guarda absoluto silencio. En gratitud por lo recibido, debería pronunciarse. No hacerlo, aunque resulte paradójico, puede descalificarlo como persona.

<a ></a>(*)  “Desengaño” en el Faro de Málaga.

 

 

     

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