Si existe algo que pueda llegar a molestarme es que alguien me diga o insinúe “porquesí”, o sea sin argumentos serios, lo que no debo hacer.
Y es que ayer, desde diferentes redes sociales, me proponían personas conocidas y desconocidas un boicot a la entrevista que “Telecinco” iba a ofrecer a Pablo Iglesias. Conste que no soy un “inscrito morado”, realmente en política y otros aspectos vitales tengo la suerte de ser algo anárquico, y si a ello le añadimos que no estoy sujeto a disciplina partidista, y el “dire” del medio para el que escribo no me prohíbe nada -porque me conoce bien- opino sobre lo divino y humano a mi manera y regular saber.
De manera que a las 21:00 horas me encontraba mirando al patriarca del hogar con un fresco gin-tonic entre mis manos
Me pareció una entrevista ligera con dos partes bien diferenciadas: la humana y la política. La primera, podrán suponer, versó sobre el drama que ha vivido la pareja Pablo e Irene con el nacimiento prematuro de sus hijos y los cuidados y mimos que han tenido que vivir, y que seguirán durante algún tiempo.
Claro es que como Iglesias bebe y respira política por todos sus poros no dejó de explicar los aspectos sanitarios de los bebés al tiempo que, con acierto, alababa el sistema público de la sanidad española.
No estuvo muy pesado en lo concerniente al tiempo dedicado a la política, pasable y más comedido que en anteriores entrevistas, tal vez, opina un servidor, porque ahora sea un poquitín más humano.
Por cierto, fracasó el boicot porque Telecinco fue líder en audiencia.
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