Si a la osadía se le pudiera colocar un nombre que la definiera en la actualidad, ninguno mejor que el de Pedro Sánchez; y no ya porque en una rocambolesca e histórica moción de censura se hiciera con la presidencia del gobierno de España sino por sus últimos devaneos en sus quehaceres como gobernante con las leyes que aprobase el malvado Mariano Rajoy.
Por Cataluña hay armada una buena gracias al cenizo color amarillo que, en forma de cruces, lazos, pancartas, vestimentas, etc., adornan el odio entre catalanes, sino por el ofrecimiento que ha realizado a la cafetera Colombia para poner paz en la citada nación. No es el caballero capaz, tampoco lo fue el señor Emepuntorajoy, de instalar paz en su propio territorio con los lacitos de marra que el mismo acogió en el misterioso Palacete de la Moncloa colgado en la solapa del supremacista Quim Torra, y saca pecho para ser el pacificador de las Américas del Sur como ya lo fuese Zapatero en la Venezuela del pajarito de Maduro.
Un detalle de la variada gama de detalles de corte patriarcal, hoy tan denostado, fue su presencia en la final del campeonato mundial de fútbol de las sub-20 que jugaron las integrantes de la selección española; hasta allí se presentó el señor Sánchez para dar ánimo a nuestras representantes en un claro acto de ejercicio del patriarcado que vomitan las feministas, aunque estas han suscrito un silencio armonioso en este caso; pero aquí le salió el tiro por la culata pues tuvimos mala suerte porque las jugadoras de Imperio del Sol Naciente dieron un auténtico recital de fútbol que frustró los deseos de todos los españoles de ver alzar la copa del mundo a las componentes de nuestra selección.
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