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El Copo. Franco ha “resucitado”


Si nací en enero de 1936, como así fue, quiere decir que fui republicano de nacimiento; durante el tiempo de sacar brillo al pezón de mi madre viví inconscientemente la guerra civil española con todos los sobresaltos que tan luctuosamente pudo padecer tan frágil cuerpo de tres años de edad (yo sí fui un auténtico hijo de la guerra y debería ser indemnizado por ello). Tras la masacre fratricida, también fui testigo de la cruel represión de los vencedores sobre los vencidos por un tiempo aproximado de ochos años. Estudiaba pues 1º de bachillerato cuando la “tranquilidad”, proveniente de “tranca”, se asentó en España si yo, tú, el, nosotros, vosotros y ellos jugábamos a dos palos, a saber: ser obedientes ciudadanos al régimen franquista durante el día y a leer libros prohibidos cuando llegaba la noche, al tiempo que en las cárceles malvivían los que directamente se oponían al dictador Franco, por cierto: ya eran los menos en aquellos tiempos.

         Y así pasaron cerca de cuarenta años, a este tiempo se le conoce como “franquismo” y durante el mismo ocurrieron dos hechos importantes: la creación de una amplia clase media compuesta, ya saben, por lo s que tenían un piso en propiedad y un histórico Seat 600, y dos selectas minorías, a saber: los que seguían vistiendo camisa azul mahón y chaqueta blanca y subían “montaña nevadas” y un grupo de comunistas que seguían jugándosela contra los primeros.

         El dictador Franco murió en su cama en 1975 y fue enterrado junto al ausente José Antonio en el Valle de los Caídos, el cual visité cuando en El Escorial obtenía el título de Instructor Elemental del Frente de Juventudes, requisito obligatorio para poder obtener el noble título de Maestro Nacional otorgado por Francisco Franco y en su nombre por el Ministro de Educación de turno.

         En estos días Franco ha salido en los medios más que en el NODO, o sea, que algunos lo han conocido durante estos días, y todo ello porque van a exhumar su momia para indiferencia de muchos, y alborozo y pena de dos minorías. Ojalá que con ello finalice el odio aún latente en nuestra sociedad, pero mucho me temo que no sea así.

www.josegarciaerez.es

 

 

 

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