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La cultura de la muerte


    Europa, que es una de las zonas más privilegiadas del mundo, lleva desde hace años fomentando la cultura de la muerte, si viajásemos al tercer mundo y conociéramos las condiciones de vida de las personas que viven allí, probablemente cambiaríamos de opinión, la muestra la tenemos en los miles de refugiados y emigrantes que nos llegan todos los días a nuestras costas buscando una vida mejor.

       Hoy en nuestra sociedad se considera fundamental tener una buena “calidad de vida”, esto implica  poder disfrutar de todo lo que el cuerpo nos pide: salud, nivel económico, ocio, sexo… Y todo ello para disfrute propio y sin tener en cuenta a los demás.

     La llamada “ecología profunda” afirma en el cuarto principio que “el florecimiento de la vida humana y sus culturas es compatible con una disminución sustancial de población humana, la prosperidad de la vida no humana requiere tal decrecimiento, uno de los grandes teóricos de este paradigma Hans Jonas afirmaba en una entrevista en mayo de 1.991, “la naturaleza puede prescindir de los hombres, pero no a la inversa”

    Fruto de este planteamiento el ser humano ha perdido valor pues se le considera como alguien sospechoso y poco fiable ya que contamina el planeta por lo que conviene controlar su número.

     Pero también se extiende esta concepción a otros ámbitos, desde hace años aquellos bebes en los que se detecte alguna anomalía o deficiencia no se les deja nacer, pues queremos niños sanos y a ser posible listos y guapos

    Si seguimos por estos derroteros con el paso del tiempo los ancianos, los enfermos, los discapacitados,… son personas que se consideraran no gratas pues solo producen gastos y como consecuencia sobrarán.

   La prueba la tenemos en Holanda donde ya se debate aplicar la eutanasia a enfermos mentales y otras personas de características semejantes y Bélgica sigue un camino semejante a la que se añade que se aprobó hace algún tiempo aplicarla a niños.

   Hay varias vías que se están adoptando en nuestro civilizado mundo:

  Una es la eutanasia y la otra el suicidio asistido; no se consideran los cuidados paliativos, hoy la medicina posee los medios suficientes para aliviar el dolor, según los especialistas en el 96% de los casos se elimina, si a ello se añade la sedación, una persona puede morir sin sentir dolor

   Nos están vendiendo lo que llaman “muerte digna” para justificarla pero es otra cosa, es aquella que la persona con una enfermedad terminal, acompañada de sus seres queridos, o solo, renuncia a recibir cualquier tipo de medicación que le prolongue la vida y desea ser desconectada de los equipos que la prolongan  y para quitar el dolor los cuidados paliativos.

   La eutanasia y el suicidio asistido son una revolución sin precedentes pues no damos oportunidad a la naturaleza humana, ya que su aplicación es una decisión arbitraria, por ello habría que preguntarse en que nos apoyamos para justificar nuestra existencia.

   Europa está en pleno suicidio demográfico pues hay  muchas mujeres que no quieren tener hijos o como mucho uno o dos lo que implica crecimiento cero, por el contrario los datos de la demografía de la población musulmana, con la que convivimos, señalan un aumento considerable de la misma en tres o cuatro generaciones.

    La profesora e investigadora malagueña  María Elvira Roca Barea, en su último libro “6 relatos ejemplares 6” alerta de los peligros que acechan a nuestra civilización, manifiesta “que tiene los días contados”, “Va cuesta bajo y sin frenos en un suicidio demográfico del que no quiere enterarse y que hará que en cinco generaciones haya perdido el control de su territorio”

   Se ha creado una mentalidad, una forma de ver al ser humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana de los más débiles o incapaces, solo valora al ser humano por lo que tiene o por lo que pueda aportar a la sociedad, en el momento en que pierde esta condición está sobrando, es pues una cultura de la muerte, pues solo tienen derecho a vivir los que son útiles.

 

 

 

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