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El Copo. La poesía y la niña


Alguien llora en una esquina. Se aburre. Todo es igual, machaconamente todo es igual.

La que llora es una niña. Las instituciones de Cultura mueven sus peones por contrapesos políticos. En las puertas de los Ayuntamientos hay guardias con pistolas que controlan el paso de los ciudadanos. En la mejilla izquierda de la niña ha petrificado una lágrima. Sánchez juega a permanecer, Casado y Rivera a diferenciarse, Iglesias a entrar. La niña ha perdido la infancia. Los poetas han dejado de crear, solamente repiten la plana.

La niña extiende la mano, pero no existen samaritanos. No hay amor. La inteligencia está vendida al mejor postor. La niña que dejó de serlo no es feliz.

Todos se miran de reojo. El nuevo orden mundial ha triunfado. La intelectualidad duerme. La niña, no. Tiene los ojos muy abiertos. Le siseo desde la otra esquina un poema revolucionario.

La poesía es la niña de la lágrima petrificada. La quieren retirar. Suena un silbato, otro más. No interesa.

La niña persiste en la esquina observando, penetrando, acusando a la Universidad, a la Diputación, a la Junta, al Gobierno, a Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias, etc., a los fieles infieles, a la intelectualidad prostituida y al que tocó el silbato, o sea, al sicario del poder.

¿Cómo eran los ojos de la niña? Responde tú, filólogo de pacotilla, poetastro aliado con el poder; responde tú que pasaste una y mil veces por la esquina de la niña de la lágrima petrificada y nunca detuviste tu paso de ganso enciclopédico, responde tú.

Yo me quedo con su mano y su lágrima, su roce y rocío me hará más humano, más revolucionario, más poeta.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

 

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