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La buena noticia. Milagros


       Hace años que conozco la vieja anécdota del granjero americano que en medio de una fuerte inundación se negó a aceptar sucesivamente: la ayuda de una lancha neumática, un barco de rescate de los bomberos y, finalmente, de un helicóptero. En las tres ocasiones decía que confiaba en el Señor; que Él le salvaría. Consecuentemente se ahogo y al llegar al cielo se quejó al Padre indicando que se había puesto en sus manos y que Este no lo había ayudado. Dios le contestó diciendo: “¿qué no te he ayudado? Si te he mandado una lancha, un barco y un helicóptero”.

      Esta anécdota me permite respaldar los dos últimos milagros a los que he asistido. Dos amigos, dos que son casi mis hermanos, están padeciendo la “terrible enfermedad” desde hace años. Uno de ellos con cáncer de piel, de próstata y de pulmón. Le llamo ayer y está de nuevo en forma y dispuesto a seguir luchando por los demás. El segundo con un cáncer de páncreas desde hace ¡más de dos años! Y ahora parece que está mucho mejor y le van a operar para eliminar “el bicho”.

    Detrás de estas situaciones está el milagro de Dios, que deja en manos y el talento del hombre la solución de los problemas temporales. “Se lo alquila a los valientes”, como decíamos en ocasiones. Los médicos luchan denodadamente dentro de las posibilidades que le permiten las mínimas e insuficientes inversiones de los estados en investigación, mientras contemplan como los “pródigos” políticos se gastan “el manso” en defensa, en desenterrar y enterrar muertos, en latrocinios y comisiones, en mítines y banderas.

      No hace muchos años, este milagro no se habría producido. Pero en este caso, la fe y la confianza en Dios de ambos enfermos ha puesto talento, eficacia y medios en manos de los médicos y ahí están ellos para certificarlo. Dios se lo pague a Dios. El milagro de la medicina, en este caso, es mi buena noticia de hoy.

 

 

 

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