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Nueva política


En 2009 escribía en Diario la Torre: “Desde el principio de su instauración, los sucesivos Gobiernos de la II República pisaron, sin necesidad, callos, cuyo dolor fue generando actitudes adversas, no a la República sino a los gobernantes que despreciaban o se desentendían de los sentimientos heridos de muchos españoles ¿No estará ocurriendo ahora cosa semejante?”.

Nueve años después, con un débil gobierno socialista, salido por acuerdos parlamentarios de dudosa estabilidad, vuelve de nuevo a pisar callos innecesarios. Sirva de muestra la tirantez generada en la RAE por el lenguaje inclusivo que se quiere introducir en el texto de la Constitución; la intromisión en el derecho de los padres a la educación de sus hijos con la pretensión de eliminar la Religión como asignatura o prescindir de la educación concertada ampliamente solicitada por los padres; el anuncio de la reforma de la LOMCE,  el manifiesto de que el Diesel tiene los días contados intranquilizando, innecesariamente, a los propietarios de vehículos que usan este combustible, y un largo etcétera.

En todo ello se presiente un fuerte tinte electoralista. España tiene problemas más acuciantes que exigen ser abordados con decisión. La derrota centrífuga de algunas Comunidades puede resquebrajar la necesaria unidad de España.

El lazo amarillo en la solapa de los independentistas es una provocación al resto de los españoles. El Sr. Presidente del Gobierno de España parecía estar muy cómodo ante el Sr. Torra que lucía, provocador, el lacito amarillo, sin que al parecer haya hecho manifestación pública de su desagrado.

En 1975 el rey de Marruecos, aprovechando los últimos momentos de Franco, le montó la marcha verde. La debilidad del gobierno español se manifestó con los acuerdos de Madrid por los cuales se entregaba el Sahara español a Marruecos y Mauritania, abandonando al pueblo saharaui a una situación insoportable. En aquellos tiempos, los dirigentes saharauis no supieron  darse cuenta que su enemigo no era España a quien se le montó el Polisario, sino Marruecos.

Recordando aquello, me ha parecido una situación equivalente pretender resolver el enquistado problema catalán cediendo a sus pretensiones aunque se enfatice que el diálogo se hará dentro de la Constitución.

En 1932 cuando se discutía su Estatuto, decía Ortega: “El problema catalán no tiene solución. Hay que conllevarlo”. Conllevar no es ceder sino soportar estoicamente las falsas imprecaciones de los disidentes y no entregar a los independentistas lo que desean menoscabando los derechos de más de la mitad de los catalanes que no tienen ese sentimiento.

Un futuro incierto nos espera.

 

 

 

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