A la espera de ver jugar a la “roja” contra la selección de Marruecos -una forma como esta de escribir para pasar un rato- deseo hacer unas consideraciones muy personales que nadie, por tanto, está obligado a compartir, pues mi único deseo es soltar una miaja de la adrenalina que me ha producido las dos reuniones políticas realizadas con nacionalistas vascos y catalanes, la primera la de Pedro Sánchez con el lehendakari Urkullu y la segunda de ellas la sostenida por Pablo Iglesias con el muy honorable Qim Torra.
La cosa va de presos y parné, ya saben, de acercar presos etarras al País Vasco e igualmente ver la forma de aproximar a políticos presos a Cataluña, de esta última se ha encargado Pablo que ha chivado a los medios que Pedro desea que esto se consiga; de los dineros pues lo de siempre: la matraca vampirista de ambas comunidades para manejar los dineros que bajo los parámetros de igualdad y justicia corresponderían repartir por igual entre todos los españoles, incluidos, aunque excluidos, los pertenecientes al sumiso pueblo andaluz.
Y todo este dorar la píldora a las nacionalidades del norte español se debe a que existen unos pocos, pasan algo la veintena, de diputados de Esquerra, PdeC y PNV -no olvido a Bildu sino que eso es harina de otro costal- que tienen obediencia a los territorios de los que proceden. La comunidad que tiene más diputados en el Congreso es Andalucía, todos y todas de su padre, madre, PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, pero no se escucha a ninguno de ellos reivindicar a nuestros presos, o sea, al 30% de parados que sobreviven no se cómo entre barrotes de opresión de pobreza y mutilación de sus derechos.
Tod@s callan, aunque cobran; qué asco de sumisión a la voz de sus amos. Alzo la frase que pronunciara Blas Infante en el momento de su asesinato: ¡Viva Andalucía Libre!... y me quedo tan pancho confiando que gane la “roja”.
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