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El Copo. Este valle de sonrisas y lágrimas


Creo que el auténtico escritor, el que no busca nada por las palabras que teclea, no encuentra más consuelo en esta vida que el dejar plasmado en sus escritos aquello que siente y vive; sé que a pocos, por no decir a nadie, esas vivencias propias no interesan más que a él, y es por ello que rebusca en su interior una y otra vez nuevas sensaciones que, en caso de encontrarlas, le den el aliento necesario para mostrarse al mundo tal como es.

         La política es, en la mayoría de los casos, un extraño manantío de situaciones para obtener de ella un río de noticias contradictorias del que poder obtener mil y una noticias para escribir algo más de trescientas palabras que den forma a lo que se conoce como columna de opinión, esa especie de goteo continuo con el que poder influir algo en esta sociedad de valores amortizados; pero la edad -el tránsito de la vida a la existencia- es una frontera insalvable que logra aquello que no nos agrada lo más mínimo: “tirar la toalla”.

         Dado que el mundo no cambia, te paras un tiempo en ese afán por escribir y te planteas si debes seguir en la terquedad de seguir tecleando aspectos que, pareciéndote importantes, no conducen a nada y detienes ese camino errático para intentar volver a la vida de los demás. Lo haces, caso mío durante esta última temporada de claros y oscuros, y ves que a este conjunto de hombres y mujeres que forman la sociedad le importa un bledo lo que hagas. Inicias la búsqueda de situaciones nuevas, pero caes en la cuenta de que uno pertenece a una indeterminada forma de ver y sentir, de sonreír y llorar, de ser y no ser.

         Es por ello que llegas a la fértil conclusión que, aunque no importe a nadie lo que escribas, pienses y sientas, es esencial para ti continuar porque eres dueño exclusivo de todo lo que puedes imaginar, y ello te alimenta.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

 

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