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La buena noticia. Vivo… que ya es mucho


      Cuando algún familiar amigo o conocido utiliza para saludarme la frase retórica “como estás”, siempre respondo de la misma manera, totalmente consciente de lo que digo: “vivo… que ya es mucho”.

    Los mayores que somos sabedores de nuestra presencia en la primera fila de los aspirantes a “palmolive”, que a lo largo de nuestras conversaciones, hablamos de familiares, amigos y conocidos que ya se encuentran con el Padre y que “gozamos” de la presencia de las diversas dolamas que vamos padeciendo, nos preocupamos cada día de dar gracias a Dios por y para valorar nuestra permanencia en este mundo, dada las pocas ganas que tenemos de llegar al otro, aunque intuyamos que va a ser mejor.

    En las familias grandes, como es el caso de la mía, siempre tenemos una celebración de algún tipo que nos permita disfrutar de algún momento feliz y nos de fuerzas para intentar llegar al próximo, con el mínimo de salud necesario. Este mes he tenido varios cumpleaños, una confirmación, una comunión, una graduación y una operación quirúrgica exitosa de un amigo.

    Pero hoy me quiero referir como buena noticia el acto de graduación como bachiller (supongo que se dirá así) de mi nieto mayor Iván, celebrado en el salón de actos del colegio del que fui alumno hace ya más de sesenta años, donde han estudiado mis hijos y ahora lo hacen un montón de mis nietos.

     Para los “puretas” todos los nietos son iguales. Pero, leñe, el primero es el primero. La sensación de ver crecer otra generación es única e irrepetible. El verlo convertido en un zangolotino de barba incipiente y a punto de incorporarse a la universidad es demasiado. Estas son las sensaciones que le mantienen a uno “vivo… de momento”.

     Corren tiempos difíciles. El ver a casi un centenar de jóvenes en un botellón o chillando como posesos en un campo de futbol es corriente. El verlos abrazar a sus profesores que les han formado y acompañado durante quince años es definitivamente sublime. Escuchar sus proyectos de crear un mundo mejor y más solidario para el futuro es gratificante y esperanzador.

    Como siempre me quedo con las ganas de intervenir en estos actos para hacerles ver lo orgulloso que me siento de ellos y su forma de vivir. Aprovecho esta columna para recrearme en esta buena noticia de hoy, que estoy seguro que también lo ha sido en casa de todos y cada uno de los graduados. Enhorabuena a Iván, a su padre y, porqué no, a su abuelo paterno, que soy yo. Sigo vivo… que ya es mucho.

 

 

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