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Inquietudes sólidas


Con los años que llevamos ya de democracia en España y todavía no han asimilado nuestros políticos, militen en el partido que militen, que países, como Francia y Alemania, Italia, EE UU…, avanzan, progresan, gracias al esfuerzo, a la constancia, a la eficacia y a la eficiencia de sus clases medias, las más significativas de la sociedad por las razones que todos conocemos. Sin embargo, cuando una nación retrocede las causas primarias y secundarias de dicha marcha atrás son consecuencias de la pésima gestión del partido en el poder y de aquellos otros que se hallan en la oposición.

Los políticos que rigen las naciones más ricas del planeta, entre ellos los nuestros, aquí los meto a todos en el mismo saco, están fomentando y apoyando, sólo por reducir el gasto de los presupuestos nacionales y autonómicos, el reinado del miedo. No creo que los profesionales de la política tengan las responsabilidades que tengan, ignoren que, cuando el miedo se introduce y se posa en el orbe interno de la mayoría de la sociedad, la libertad levanta el vuelo.

Las democracias más evolucionadas del planeta están construyendo la época de las prohibiciones. Los políticos son los primeros en saber que, cuando prohíben por causas presupuestarias, ¡dejémonos ya de memeces!, están imponiendo sus criterios categóricos y, por consiguiente, siempre discutibles, mermando las libertades de las personas y plantando en cada mente los árboles venenosos de los miedos, en cuyas ramas sólo el odio y el antagonismo frutecen. Las leyes prohibitivas son portadoras no solo de pánico, sino también de hastío. Por ello, los regidores demócratas nunca deben olvidar que el pueblo se cansa de sus políticos cuando estos dejan de identificarse con él. Y una forma de acrecentar esta desemejanza radica en las prohibiciones beneficiosas para las arcas del Estado y de las distintas Comunidades Autónomas, aunque los políticos nos manifiesten públicamente otros motivos bien distintos.

Países y pueblos siguen caminando, progresando, impregnados de inquietudes sólidas que amenazan, como un huracán de signos desconocidos, su mañana incierto.

 

 

 

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