Publicidad

La gárrula


Aunque era una gárrula de hermoso canto, terminó cociéndose en el puchero. Fue una cocción lenta para evitar la escisión o rompimiento de miembros: su propósito como cocinero era presentarla entera, como un pollo asado cubierto de salsa.

-Cuando aprieta la necesidad, dejamos atrás el arte. Cantaba mucho, ciertamente, y su canto era bello como el de un ruiseñor, aunque su grandor superase al de un ave de corral. Suficiente como para saciar, un día, nuestras hambres.

Los niños, al conocer la procedencia de la carne, comenzaron a llorar muy apenados y se negaron a probar bocado.

-Ya comerán: el hambre queda siempre por encima de los sentimientos de pena o de nostalgia.

-Ha sido cruel. No tenían que haberse enterado -dijo la madre.

-Han visto la jaula vacía. No podía negarles una respuesta veraz.

-Lo comprendo, pero ellos, no.

-Tenemos que encontrar solución a la penuria de no encontrar trabajo y vivir en la indigencia.

-Hacemos todo lo posible por encontrarlo. Pero está muy mal la situación.

-Mañana iremos a preguntar por el subsidio para parados de larga duración.

-He visto un anuncio: "Se necesita cocinera o cocinero", podemos probar, Emilio. Que te contraten a ti o a mí, lo mismo da.

Se tomaron la sopa y dejaron el ave sin probar. Fue lo único que comieron aquel día. Emilio cocinó con la carne unas croquetas: "Se la comerán así", pensaba. Los niños miraban la jaula con lágrimas en los ojos. Como consuelo, trataban de imitar el canto de la gárrula.

-No diremos que somos pareja -dijo la mujer.

-De acuerdo. Tú llegas primero y, después, pregunto yo por el puesto.

A María le hicieron una prueba y el plato cocinado les pareció exquisito, tan convincente como sus conocimientos culinarios La prueba que realizó Emilio obtuvo resultados igual de satisfactorios que los obtenidos por María. "Ya te llamaremos" fue la respuesta a una y a otro.

Los llamaron a ambos: a María la contrataron como cocinera y a Emilio como ayudante de cocina. Pese a la diferencia de categoría, sus sueldos quedaban igualados. Nada dijeron, pues, temían perder el trabajo, pero la empresa, una vez más, hacía evidente la diferencia salarial entre varón y mujer.

Los niños devoraron las croquetas.

Ellos trabajaron durante varios años en el restaurante y nada dijeron de su relación de pareja. Después montaron su propio negocio de comidas caseras a domicilio. Lo llamaron La Gárrula.

 

 

Comentarios
    No hay comentarios
Añadir comentario
- campo obligatorio (*)

Normas de uso
  • Esta es la opinión de los internautas, no de El Faro de Málaga
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.