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La buena noticia. Cuéntame… algo agradable


      Allá por el 2001 –parece que fue ayer- comenzó la emisión en nuestras pantallas de las vivencias de una familia española, basando su desarrollo en los recuerdos del –por entonces- hijo menor de la familia Alcántara.

     Los esfuerzos de Televisión Española por presentar los avatares de toda una generación, han fructificado en unas audiencias muy buenas desde el principio. Posteriormente han estabilizado sus índices en un porcentaje bastante cómodo.

     Comienza su desarrollo en 1968 con una España nerviosa y a punto de estallar en una transición hacia la democracia. Parecía que estaban contando nuestras vidas. Lo que pasa es que, desde el principio, esta familia era el colmo de las desdichas. Para que les pasara algo bueno tenían que presentar un catalogo de desdichas que nos metían a todos el corazón en un puño.

    La cosa ha ido a más. Esta familia es la leche. Les ha pasado de todo, muertes, enfermedades, accidentes, puñaladas, sindicatos, riqueza, pobreza, extorsiones, políticos corruptos, cárcel, partidos políticos desastrosos, atentados de ETA, la bomba de Carrero, el 23 –F, secuestros, la poli mala del franquismo, devaneos extramatrimoniales de jóvenes y mayores, drogas, robos, hasta un tiro a la pequeña en sálvese la parte.

      El padre de familia –Antonio- comenzó de ordenanza en un ministerio, fue director general, impresor, empresario de imprenta, constructor, bodeguero, lo que ha ido pidiendo el guión. Mercedes ha pasado por todo y por todas, de pronto es modista, modelo, abogada, madre de familia, empresaria y cualquiera sabe que nos espera. Los hijos… para que contar.

     Desde el principio me ha gustado la serie. Está bien hecha y mejor interpretada. Lo que pasa es que sus personajes destilan demasiada mala baba y la peor suerte del mundo. Uno de mis preferidos, Juan Echanove, se lo han cargado demasiado pronto. Menos mal que nos queda María Galiana en una extraordinaria interpretación.

    Pienso que al público en general le está hartando tanta desgracia. De los seis millones de espectadores solo queda la mitad. Personalmente me he borrado. Los capítulos de ahora me parecen un telediario triste. No invitan de ninguna manera al optimismo. No les quiero dar ideas, pero les faltan las pateras y el problema catalán.

    Así que decido pasarme a un episodio de la serie del Big-Bang- Theory, que tan solo he visto dieciocho veces y me pongo a buscar una buena noticia que comunicarles hoy. Ya la tengo; quien nos lo iba a decir.  Un deportista de Ceuta criado en Mijas ha devuelto el orgullo olímpico a nuestra nación. Después de 26 años Regino Hernández ha conseguido la medalla de bronce en la especialidad de snowboard cross. Posteriormente, Javier Fernández, otro experto en deportes casi desconocidos en nuestro país, otra de bronce en patinaje sobre hielo. Algo es algo. Menos da una piedra.

 

 

 

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