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La buena noticia. Reyes


     La semana pasada se ha acumulado una sobredosis de noticias sobre los Reyes en los medios. Por una parte Don Juan Carlos, que ha cumplido 80 años; por otra aquellos “magos” que desfilan en cada población; esos que salen el día y a la hora que les parece. Finalmente, “las novedades”: reyes, reinas y mediopensionistas.

      Casi nada que ver con aquellos Magos de Oriente que saben muy bien de donde vienen y a donde van. Los auténticos vienen del amor de los seres humanos con sus semejantes; especialmente con los niños… o los que “se hacen como niños”. Van hacía “los hombres de buena voluntad” que son capaces de vivir la ilusión de la inocencia recuperada.

    Vivo rodeado de niños de todas las edades. Desde la mayor, que tiene 92 años a la más pequeña, que vive aun en el vientre de la madre. En nuestra casa amanece muy pronto el día 6 de enero. Un  salón de suficientes dimensiones, se llena hasta arriba de regalos que los magos de oriente van depositando silenciosamente desde primera hora. La botella de aguardiente pega un bajón considerable debido al montón de viajes que se pegan los reyes o sus pajes a lo largo de su ir y venir.

     El día de los Reyes Magos de Oriente, el de verdad, el que tiene poco que ver con las grandes superficies y las compras por Internet, al que no representan quienes se disfrazan para vivir su minuto de gloria, sin pensar en lo que representan y a a quienes va dirigido; ese maravilloso día, sigue siendo el día de la ilusión, en el que recordamos aquella estrella de sheriff, la pepona y “las cosas del colegio” de nuestra infancia; aquellos puestos de las calles malagueñas llenos de caballos de cartón y de ristras de ollitas de lata.

     Hoy se regalan “drones” y aumentos de pecho. Viajes a paraísos Disney y bicicletas eléctricas. No importa. Seguirá siendo importante no el juguete, sino el compartir el juego o el regalo con los “niños” de todas las edades. No el precio, sino la búsqueda de aquello que hace ilusión al otro.

    Mi buena noticia de hoy me la transmiten las gentes de mi casa. Esos que nos volvemos a reunir para abrir los regalos uno a uno. Otra vez más de treinta devorando lo poco, pero suficiente, que aun nos ha quedado de las Navidades y los tropecientos roscos de reyes que aportamos entre todos. Al final, personalmente, acabo harto de niños. Y de padres de los niños. Y de tantas fiestas.

    Lo siento por los que hayan perdido la ilusión por este día. Ellos se lo pierden. El resto del año disfrutaremos más reyes que en ningún país. Uno en el trono, otro emérito y los cuatro de la baraja. 

 

 

 

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