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El Copo. Religión, política, literatura y un servidor de ustedes


Querido Pepe: He pensado en hacerte un homenaje y quiero saber si estás de acuerdo, en caso afirmativo que espero que sea, me pases los contactos de la gente que te gustaría invitar”.

Con estas malditas décimas que no desaparecen y esta tos insoportable, hoy, cuando he abierto el correo para ver quién se ha acordado de mí, me he topado con el mensaje arriba trascrito de una buena amiga y poeta -cuya identidad omito no sea que le hagan la vida imposible- que me ha llenado de alegría por su ternura y que, con amor y pena, he declinado su invitación.

 Cuando desde hace tiempo me he encerrado por voluntad propia en un territorio que abarca una extensión -salvo alguna salida más allá de mi voluntaria frontera- de no más de doscientos metros de diámetro, recibir semejante mensaje ha iluminado este sábado con un hachón de cariño y amistad que ha conseguido que reflexione algo sobre mi vida; vida que, por cierto, ha sido una entrega a los demás y un intento por conseguir que la verdad, en forma de crítica constructiva, se instale a modo  de tienda de campaña entre nosotros aunque para ello haya tenido que batirme, no en duelo, pero sí en el boca a boca, con los que pretenden que en dicha tienda acampe la mentira y la hipocresía.

En todos los “fregados” de mi vida, “fregados” que se pueden constreñir a religión, política y literatura he salido malparado; claro que cuando esto ocurre, cualquiera es lógico que piense que algo de culpa tendré en tanto desaguisado vivido y sufrido, pero claro mi ADN me dice que no pues yo antepuse el evangelio a la religión y eso los muy religiosos, buenas personas, nunca me lo perdonaron; la política, no más de seis años de vida intensa en ella, la viví como una continuación del espíritu evangélico y claro, llevar la utopía a la práctica política es tanto, o peor, que compatibilizar la verdad con la mentira y la honradez con la avaricia; y en el “mundillo” literario, aunque en un principio arropado y cogido de las manos de personas que deseábamos que la verdad prevaleciera sobre el poder, vino a ocurrirme exactamente igual, pues los llamados amigos, llevados de un razonamiento práctico y lógico, pensaron que más vale apoderarse de un poquitín de poder que no pasar toda la vida luchando contracorriente, y me quedé solo, cansado y viejo viendo como, por aquellos que se llamaban amigos, era expulsado de aquellos lugares en los que podríamos hacer un frente común contra las insidias de numerosos agentes de la autoridad, eran los tiempos críticos de nuestro Grupo Málaga, Papel Literario, el Husmeador, los Palacetes y Mazmorras, las columnas en papel impreso, ACE-A, etc.

Es por ello que hoy, querida amiga, has sido capaz de conseguir de este abuelo algo cascarrabias una tierna y sincera sonrisa más verdadera que cualquier homenaje que, como el que pretendías, pudiera vivir.

Eternamente agradecido.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

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