No creo que exista alguien que entienda lo más mínimo de fútbol que discuta que Piqué, jugador del Barça, es uno de los mejores centrales que gambetea por el universo del balompié; ello no quiere decir que entienda una pizca de política. El buen hombre llegó a un colegio, le podemos llamar electoral, mostró su carnet de identidad, alguien le dijo que podía votar, introdujo su papeleta en un sobre que selló con algo de saliva y votó. Si lo tuviera a tiro de vista jamás le preguntaría si votó SÍ, NO o se abstuvo ante un referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional por aquello de que el voto es, debe ser, secreto.
¿Se podría decir afirmar que realizo un acto ilegal?, con la ley en la mano -dura Lex- podríamos decir que sí, pero no quiero entrar en esa cuestión sino en las lágrimas que derramó a unas preguntas sobre la jornada de 1-0. No solamente a Piqué, que se define profundamente catalán, sino a cualquier bien nacido que sea algo sentimental, catalán o español de pura cepa, podía haberle ocurrido lo mismo; tal vez, nunca lo sabremos, hasta a los propios funcionarios de la Guardia Civil o Policía Nacional les puede haber pasado algo semejante, pero ellos, nos guste o no, cumplen, o al menos lo intentan, el ordenamiento jurídico.
Sobre Piqué poco más, añadir solamente que si se siente medio español o medio catalán se ponga la “roja”, y si no que no se vista con la camiseta que representa a una nación, España.
Y poco más que argumentar, o no. Digo que no porque el diputado del PP, señor García Albiol, político que no es de mi devoción, ha mostrado en el día de hoy unos bemoles de consideración cuando se ha presentado en Pineda del Mar ante una Policía Nacional asediada por unos vecinos enfurecidos y por un cobarde dueño de hotel que los va a echar del mismo, para estrechar las manos de los agentes sevillanos en un acto que estimo de suma valentía.
A cada uno lo suyo, pues guste o no es lo que pienso.
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