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“La visión responsable”


En alguna ocasión he citado en mis columnas a Julián Marías, sin duda, el mejor discípulo de Ortega. Marías recurría en su abundante producción filosófica y literaria, asidua y profusamente, al decir del maestro. Mas, no es un mero difusor del pensamiento orteguiano, no, sino que, con el estilete de su  sabiduría y buen hacer literario, conseguía, no sólo explicar las teorías de Ortega, sino desarrollarlas aportando su particular visión ampliando sus horizontes primigenios.

Es particularmente interesante destacar que en su “Antropología metafísica”, nos dice: “La filosofía es descubrir y ver, poner de manifiesto; si una filosofía no es visual, deja de ser filosofía – o es la filosofía de otros -; pero no basta con ver: hace falta además ‹‹dar cuenta›› de eso que se ve, dar razón de sus conexiones. Por eso propuse hace algún tiempo una ‹‹definición›› de la filosofía: “la visión responsable”. De esa manera nomina Marías su primer artículo de la obra citada, y sirve para intitular esta columna.

Asimismo, con tal título, un norteamericano, Harold Raley, publica en Selecciones Austral un interesante ensayo circulando por “la filosofía de Marías”. En su conclusión reseña: “Se transige con el error en vez de corregirlo y el mal se alimenta de sí mismo” de evidente actualidad y señala, complementariamente: “La verdad es superior al error, no por más estentórea, seductora o convincente, porque es necesaria para la vida humana. O el hombre vive en la verdad o sucumbe al desánimo”.

Como puede verse, el pensamiento filosófico bien estructurado, es intemporal y nunca deja de estar vigente. Quizá por eso, los clásicos no pierden actualidad. Recurrir a ellos, y a los que han puesto su esfuerzo personal en presentárnoslos, es un ejercicio de alta productividad mental que encuentra el fruto inmediato en la satisfacción personal del lector. Una vez más invito a discurrir por ellos, en la seguridad de no sentirse defraudado.  

“La visión responsable” es hoy muy necesaria; sobre todo en los que dirigen. La cerrazón, la ceguera, la soberbia… puede conducir a decisiones lesivas  para sí y para los demás. Rectificar es de sabios. Mantenerla y no enmendarla, no.

 

 

 

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