Publicidad

La otra mirada. ¿Cuántos (refugiados) tienes en tu casa?


Hace unas horas he leído esta pregunta que planteaba un facebookero frente a la opinión que otro usuario hacía acerca de la necesidad de reflexionar sobre la actual situación que sufren los refugiados sirios, kurdos o afganos.

Personalmente no acojo a ningún refugiado en casa, pero mi corazón está abierto a su dolor, al considerarlos parte de mi familia universal, al asumir la modalidad de pensamiento en términos de especie humana. Con Franz Hinkelammert entendí que “El otro tiene que vivir para que yo pueda vivir” y con Jorge Riechmann comprendí que “YO SOY, SOLAMENTE, SI TÚ ERES”.

Los refugiados no tendrían que huir si nosotros, la Europa y América occidental, no hubiese contribuido de manera significativa al desequilibrio de las regiones orientales, a través de guerras de oportunidad que han llevado el horror y la muerte hasta sus casas.

Los refugiados no tendrían que huir si nosotros, el mundo civilizado, no hubiese convertido a sus territorios en campos de prueba, donde ensayar nuestras armas de guerra, pertrechando de armamento letal a guerrillas y ejércitos de locos asesinos.

Los refugiados no tendrían que huir si nosotros, la Europa colonial, no hubiera establecido unas fronteras ficticias (con escuadra y cartabón) en África, que han traído el enfrentamiento entre tribus y colectivos que siempre convivieron en paz.

Los refugiados no tendrían que huir si nosotros, la Europa colonial, no se hubiera dedicado durante casi un siglo a esquilmar sus riquezas naturales, propiciando la pobreza y la escasez de recursos naturales.

Los refugiados no tendrían que huir si nosotros, el mundo que se supone civilizado, restituyera moral y económicamente todo el mal causado secularmente en los países de origen y cumpliera los tratados y acuerdos internacionales firmados (España, por ejemplo, se comprometió a acoger a 18.000 refugiados, sin que, después de tres años, haya cumplido su compromiso).

Pero una vez que el mal está causado, directa o indirectamente, por los mismos Gobiernos que siguen mirando hacia otro lado, me asiste el derecho de reclamar a nuestros gobernantes, no que traigan a los refugiados a nuestras casas, sino a que cumplan con el derecho internacional y con los compromisos adquiridos y asistan a los refugiados en lugares que no atenten contra la dignidad humana y que se eliminen los tratos vejatorios con que hasta el momento se les ha atendido. Exijo que mis impuestos se destinen, en parte, a mitigar este dolor y no a sufragar o subvencionar actividades tan prescindibles como el fútbol, los fastos militares o la Fundación Nacional Francisco Franco. Un poné.

 

Comentarios
Añadir comentario
- campo obligatorio (*)

Normas de uso
  • Esta es la opinión de los internautas, no de El Faro de Málaga
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.