Pues sí, parece que los años no han pasado en balde, aunque hay huellas bien profundas de su paso en todos o en casi todos los estamentos sociales de España...También en las personas, que si podemos hablar de otros tiempos, ya muy remotos, es precisamente no solo porque peinemos canas, sino también porque las arrugas han abierto cientos de surcos en nuestra piel...menos mal, digo yo, que todavía podemos "presumir" de arrugas y sobre todo podemos presumir de memoria.
En mi caso concreto puedo presumir de arrugas, pero puedo presumir, además, de haber tenido la oportunidad de estar, en algunos momentos, en el lugar "oportuno"...Era el año mil novecientos cuarenta y cinco, del siglo pasado y yo tenía catorce años, aunque mi aspecto físico me hiciera parecer bastante mayor y bastante mayores que yo eran los amigos a lo que me unía que, lógicamente, me superaban en madurez...eran tiempos propicios al "machismo" y este, como una plaga, se extendía a la búsqueda de emociones que, ellos, entendían, como él no va más de la "marchosería", La caza del "Maricón", palabra que escribo como se escribía entonces y que yo rechazaba en aquel tiempo, como lo rechazo ahora, pero así era y así he de escribirlo. La voz cantante en esta persecución la llevaban los Falangistas, a los que se unían otros que si bien no usaban camisas de un azul oscuro, si usaban mentes oscuras. Tampoco faltaban "soldaditos" reclutados en el Campo de Aviación de Los Llanos. Unos y otros organizaban auténticas "cacerías" y el pobre que cayera en sus manos no olvidaría en su vida aquel encuentro...era vergonzoso, además de indignante el escucharles al día siguiente, las cacerías las hacían de noche, contando lo que habían hecho o visto, no todos eran actuantes, algunos eran meramente "corifeos". Dejé de salir con estos "valientes" y me granjee algunas enemistades que no "pasaron a mayores" porque siempre me supe rodear de "Primos de Zumosol", aunque entonces no se llamaran así. Otras bandas, en las que también fui invitado a participar iban a la quema de lugares en los que se reunían los fieles de las Iglesias Protestantes.
Albacete, ciudad que siempre quise, en la que pasé momentos muy gratos en mi vida y a la que siempre tuve y aún tengo un gran cariño, no era en aquellos tiempos, sobre todo en sus noches, muy grata para ciertas familias, algunas de las cuales, bastantes, tuvieron que abandonar sus casas y emigrar a otros aíres menos insanos. Hubo, concretamente, una familia que cito con sus apellidos como homenaje en ellos a todos aquellos que, "como ellos", sufrieron igual circunstancia...era la familia Aguilar, uno de cuyos hermanos ostentaba un alto cargo en la Diputación, creo que casado y con hijos, lo cual no fue obstáculo para su persecución. Ya escribí en otra ocasión de este tema y de esta familia y no es que fuera la única, es que uno de los hermanos fue luego cantante famoso y amigo mío. José de Aguilar abandono Albacete y como dicen que "no hay mal que por bien no venga" en Madrid se hizo famoso, durante años voz mimada en la Cadena Ser, Radio Madrid, fue además autor de los himnos, tanto del Madrid como del Atlético...compuso e hizo famosas otras canciones y su "Torito Bravo" fue cantada durante años. En su día fue contratado para amenizar la Feria del pueblo en que yo vivía y nos hicimos amigos...hablamos de Albacete, de sus añoranzas, comió conmigo, en casa de mis padres, en varias ocasiones y enterado de que mi Abuela, enferma en cama, quería oírlo cantar, se hizo acompañar de algunos de sus músicos e interpretó para ella algunas de sus letras. Hoy que en Madrid y en toda España y muchos extranjeros celebran El Orgullo Gay, yo quiero rendir mi pequeño homenaje, personificado en mi paisano y amigo José de Aguilar, a todos y a todas aquellas personas que sufrieron injusticias por su condición "rara"..."rara" era una de las denominaciones menos "ofensivas", en un deseo absurdo de no llamarles PERSONAS.
¡Ah! y que conste que yo no pretendo criticar, digo nada más...aunque hoy, haciendo una excepción, si critique a todos aquellos que solo viven para atacar a los demás, sin pararse a pensar que ellos son los más atacables.
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