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El orgullo


El orgullo ennegrece la conciencia de una persona. Ésta se convierte en un tirano que nos daña física, psíquica y espiritualmente, alejándonos de la fraternidad y de la belleza, de la igualdad y de la libertad… Por consiguiente, es el orgullo el que nos hace combatir ferozmente contra nosotros mismos. “El orgullo, refiere Sófocles, lleva consigo un castigo, la necedad”.

El orgullo es arrogancia, vanidad, petulancia, engreimiento…, aunque no siempre tiene connotaciones negativas. El orgullo también nos indica que la persona orgullosa tiene sentimientos nobles y virtuosos, es decir, lo contrario al orgullo “negativo”. Por consiguiente, la persona que posee el “positivo” es modesta, recatada, capaz de ensalzar… A veces decimos: “Me siento sumamente orgulloso de mi hijo”, “Me da mucho orgullo que te encuentres felizmente en tu trabajo”, “Estoy orgulloso del libro que escribí”, “Estoy orgulloso de cómo jugaste en el campeonato de ajedrez”, “Antonio, el centrocampista del equipo, no estaba jugando bien, pero, cuando decidió sacar su orgullo, su actuación hasta el final fue genial”. Del mismo modo, cuántas y cuántas veces hemos escuchado decir: “La nueva Casa de la Cultura es el orgullo de este pueblo” o “Esta ciudad se siente orgullosa de sus hijos predilectos o adoptivos”. Tras lo expuesto, es evidente que el orgullo “positivo” se vincula al respeto y a la valoración que cualquier ser humano tiene de su propia persona o de un ser querido.

Las manifestaciones del orgullo “negativo”, además de las ya referidas, son:  altivez, rebeldía, autoritarismo, envidia, crítica, malhumor, enfado, desprecio…  Asimismo, una persona orgullosa es débil y necesita exculparse a sí misma y, además, quiere tener siempre la última palabra.

El orgullo, fuente de las discusiones, de las contiendas de las desuniones, hace que no olvidemos una ofensa, la humidad la deja pasar. El ser humano orgulloso es supersensible a sus propias heridas, pero sumamente insensible a las de los peregrinos que con él caminan. “A través del orgullo, escribe Carl Jung, nos engañamos a nosotros mismos”. De este engaño nace la rebelión, el desafío, la venganza…, y el orgulloso piensa que no necesita a nadie, que todo lo puede hacer solo a su manera, y no admite que una persona le diga lo que debe hacer o lo contradiga. Por ello, es una persona complicada y conflictiva y de una dureza mental absoluta con aquellos individuos de su entorno con los que no puede ni quiere llevarse bien. Él cree que la labor que realiza la hace mejor que los demás, pero no sabe afrontar las situaciones adversas de la vida. Siempre busca y actúa para sus propios intereses, nunca para ayudar a los demás a conseguir e incrementar los de ellos.

El orgullo, que es lo opuesto al amor y, por lo tanto, genera odio, hace que la persona que lo tiene se crea infalible, por lo que no admite que ella cometa errores. El orgulloso puede destruir matrimonios, amistades, familias, y no es consciente que él sufre más que aquellas personas a las que le causó dolor, además tiene pavor a las críticas que puedan hacerle y nunca lograrán tener paz interior ni amor fraterno, ya que para él lo verdaderamente importante es que la sociedad lo considere un vencedor total ante una acción cualquiera, tanto positiva como negativa, que la realice para satisfacer su ego. Una vez que con su imagen impresiona a las demás personas, el orgulloso necesita mantenerla constantemente para sentirse bien ante él y ante la sociedad. Además, la persona orgullosa cree a pie juntillas que se las sabe todas, que nadie puede enseñarle algo. Ella es autosuficiente, sabia.

El individuo orgulloso lucha denodadamente para que el mundo más y menos cercano a él cumpla sus deseos y expectativas. Por consiguiente, dicho sujeto sólo sabe de derechos nunca de obligaciones, lo que hace que sea una persona manipuladora, ya que desea ser adorada, quiere que se le rinda culto a su persona porque, inconscientemente, se creen que son dioses. Al fin y al cabo, estas personas dan pena porque no saben vivir. Ellas mismas se arruinan la vida y también destrozan la de otros seres humanos.

En fin, dejemos a las personas orgullosas y leamos otra aplicación del término “orgullo”. Dicho vocablo se le asignó, a finales del siglo pasado, al colectivo gay. Fue en el año 1977 cuando, en Barcelona, se celebró la primera manifestación de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. Al año siguiente, 1978, se llevó a cabo esta concentración en Madrid, y desde entonces, excepto en 1980, se celebra la Fiesta del Orgullo Gay en muchas ciudades de España (Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Bilbao, Ibiza Mallorca…) y de otros países del mundo (San Francisco, Berlín, Sao Paulo, Ámsterdam, París, Londres, Sídney, Dublín…). Este año dicha Fiesta (WorldPride Madrid 2017) comenzó en la capital de España (Barrio de Chueca y algunas de las principales calles de esta capital) el día 23 de junio y finalizó el 2 de julio. El miércoles 28 se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBT. Acudieron a este magno acontecimiento alrededor de 2,5 millones de personas.

 

Comentarios
  • José García Pérez

    4 July 2017

    Dos millones y medio, o sea, cinco veces los habitantes de Málaga.
    Uf!, demasiados. ¿No te parece, Carlos?
    Abrazos.

  • Antonio J. Quesada

    3 July 2017

    Nunca me gusta decir que estoy "orgulloso" de algo, prefiero decir "satisfecho". Y me siento satisfecho de aquello que depende de mí, no de mi pertenencia a un colectivo ni nada de eso. Pero en el caso de las festividades del Orgullo Gay, lo comprendo, desde el momento en que existe una reivindicación colectiva de un colectivo maltratado y desfavorecido. Abrazos, querido Carlos.

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