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El Copo. El mitin de Antequera (VIII)


La televisión -me refiero a TV1, la única existente- y los mítines -a palo seco- eran, junto al boca a boca  y el buzoneo, tal vez también el recuerdo franquista, los medios esenciales que tenían, teníamos, los políticos para intentar convencer a la ciudadanía que nuestro proyecto era el más indicado para ser votado.

Cuando hablaba de los mítines a “palo seco” me refería a que no existían teloneros, artistas, bocadillos, autobuses pagados, debates televisados, etc.

El personal, harto de cuarenta años de silencio, estaba ansioso por escuchar a los candidatos hablar de política y quiero creer que una gran mayoría de la ciudadanía se tragaba mítines de distinto signo ideológico.

Uno de los más multitudinarios de UCD fue el que se celebró en la Plaza de Toros de Antequera que obtuvo un lleno absoluto. Realmente no recuerdo bien quiénes fuimos los intervinientes, aunque con toda seguridad Francisco de la Torre fue uno de ellos.

Cuando un servidor intervino desde el centro del Coso, todo mi ser temblaba ante la multitud que, ansiosa, esperaba de mi arte una faena en condiciones con verónicas, adornos, banderillas y pases naturales con alguno que otro de pecho.

Me adorné como pude, o sea, con la palabra y entré a “matar” con un mensaje semievangélico propio de aquella “palabra” que me introdujo en la vida política.

Lo que venía a decir, con cierto dote pedagógico por aquello de ser maestro de los de entones, es que había llegado el momento en que aquellos que tenían brazo y mano cara al sol y los otros que tenían el puño en alto y cerrado bajaran esas extremidades y apéndices, abrieran las manos y se las estrecharan en un acto de concordia, o sea, de olvidar el pasado, vivir el mágico presente que se nos presentaba y construir un futuro de paz  y concordia.

Justamente en eso consistía el núcleo de mis intervenciones y, como buen maestro que fui, me atrevo a asegurar que tan sencillo mensaje calaba en el público.

Como curiosidad decirles que terminado el mitin de Antequera se acercó a mí un señor que tendría, más o menos, la edad que tengo en la actualidad y me comentó, al tiempo que me abrazaba: “me ha recordado usted a José Antonio Primo de Rivera, lo voy a votar”.

Conste que un servidor vestía una inmaculada camisa blanca.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

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