Todos los que me conocen, o creen conocerme, aseguran que soy muy pesado, o sea, que me repito en demasía; y aunque creo que soy ameno, son tantos y tantas los que afirman lo contario que ya empiezo a pensar que tienen buen parte de razón.
Y es que en varias ocasiones he afirmado que Adolfo Suárez realizó la transición política y que Felipe González hizo lo mismo con la militar, y sigo pensando y manteniendo que la judicial está por construir. Y ello no lo digo porque el fiscal anticorrupción Moix haya decidido dimitir por el asunto este de Panamá, es más: me alegro cantidad de ello; pues se tenía merecido un cese en condiciones, y advertirle con seriedad que si no arregla el problemilla panameño debería ser inhabilitado para ejercer la carrera de fiscal; y no me meto en la posible legalidad o no de la herencia del padre compartida con sus hermanos en el país de marras, sino porque ni ética ni estéticamente pueden casar esas dos situaciones ya que podríamos afirmar que lo legal, en bastantes ocasiones, se encuentra a kilómetros vista de lo justo.
Lo de Cristina Cifuentes de ayer, me refiero a su comparecencia en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, es harina de otro costal; retransmitido en directo el intento de “linchamiento” a nivel nacional por el 6+4, con la cantidad de problemas que tengo en mi comunidad de vecinos con los tendederos donde se exhiben todo tipo de ropaje, me ha parecido demasiada “pena de telediario” la otorgada a la Presidenta.
Y, sin embargo, tengo la impresión que doña Cristina -con la que no mantengo relación alguna de vecindad política, fiscal y de ojo patio- ha podido asegurarse una holgada mayoría absoluta en próximos comicios ante el intento de linchamiento de los portavoces amigos y adversarios; que todo vale en este estercolero en que ha convertido la “cosa Nostra”.
A “la Cifuentes” la ha sobrado el pasillo que sus correligionarios le han hecho a su entrada al posible patíbulo; esto queda para los fieles de Artur Mas que lo hacen mejor y más nutrido.
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