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Crisis y corrupciones


En la actualidad, la mayoría de los españoles vivimos en constante alarma por los actuales acontecimientos de corrupción que están pudriendo solapadamente nuestro país. Alarma esta que se acrecienta día a día por las nefastas actividades políticas sobre dichas corrupciones, sobre el deterioro y desprestigio que sufre constantemente la sociedad española, sobre la ausencia de responsabilidad y compromiso de nuestra clase política ante el sinfín de desmanes que palpitan en cualquier rincón de España… La falsedad inunda, con su poderío devastador, las palabras y los actos de un sinnúmero de políticos españoles y de allende nuestras fronteras. A causa de estas falacias e hipocresía un infinito sector del pueblo español desconfía plenamente de sus representantes políticos y de aquellos otros que dirigen los hilos de la Unión Europea (UE).

Si la democracia se fundamenta en la confianza que los representados tienen en sus representantes y en la lealtad de éstos hacia quienes los eligieron, es evidente que, cuando los políticos traicionan la esperanza firme de una gran parte pueblo, la lealtad desaparece con el consiguiente derrumbe del prestigio y de la legitimidad de la moral de dichos regidores.

Los escándalos por corrupción de una parte de la actual clase política española y de ciertos representantes de otros estratos sociales son una burla descarada a la confianza ciudadana y un desprestigio para nuestro país en una época sumamente delicada para todos por la crisis económica y financiera que padecemos, aunque manifieste el partido que gobierna actualmente en España que dicha crisis ya desapareció.

Cuando los gobernantes, en un Estado de Derecho, pierden su buen crédito ante la sociedad que rigen, se mutan en individuos de una casta que dejan de servir a su pueblo para servir exclusivamente a sus propios intereses. Esta pérdida de prestigio la deben tener muy en cuenta aquellas personas que se dedican a la política activa y a dirigir, en cualquier campo de la sociedad, a ciudadanos que anhelan vivir en paz, en libertad, con dignidad…, para así darle sentido a su vida.

Ante esta vorágine de corrupciones, la Justicia ha de actuar con presteza y objetividad contra aquellos individuos, sociedades, empresas… que han actuado delictivamente en el ejercicio de sus responsabilidades. Asimismo, los partidos políticos deberán denunciar y expulsar de sus campos o entes estructurados, tras veraces e imparciales comprobaciones, a quienes hayan tomado parte en prácticas corruptas.

No olvidemos que para cualquier persona de bien el sistema democrático es la forma más idónea para gobernar a un país por políticos legítimamente elegidos por la sociedad a la que representan.

 

 

 

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