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Semana Santa de Málaga


           Nieves, la anciana de la Trinidad, encala la vieja fachada de su pequeña casa de calle Carril. Espera la presencia de su Cautivo en la tarde del lunes blanco malagueño.

 

            La chica de los verdes ojos, la que anima con su paso el rocío marchito de los jubilados que hablan y hablan en los bancos del Parque, viste la mantilla que paseará en la tarde del Jueves santo.

 

            Raúl, el mozo que baja de la Cártama del Valle del Azahar, amontona con pulcritud los limones cascarúos en su puesto de Mármoles.

 

            Ya ha preparado Ana las sillas plegables en calle Carretería, y los bocadillos para entregar a sus hijos al paso de la Sangre, la querida cofradía de mi buen amigo Pepe Jiménez que ya descansa en paz.

 

            Buarfa no entiende mucho de estas cosas, pero ha preparado una buena cantidad de distintas marcas de tabaco para sacar una semana de pensión en calle Camas.

 

            Media Málaga, representada en todas clases de poder, posee sus invitaciones para la Gran Tribuna Farisaica de la Plaza de la Constitución; la otra mitad, representando otra Málaga, espera en las  inmediaciones del puente de la Aurora encontrar un sitio en la rica Tribuna de los Pobres.

 

            El legionario saca brillo a su correaje; el general a las condecoraciones; el ateo mira al cielo; el joven del flamante traje azul marino cepilla sus solapas; la novia espera el trono a su paso por Larios; el obispo, desorientado, busca en el pueblo la solución a sus dudas de fe; el cirio arde y el niño de los rubios cabellos coloca su mano esperando el calor de la cera derretida; los políticos, con esfuerzo, aparcan el voto a la espera del Resucitado.

 

            Es Semana Santa: días de fe evangélica para unos pocos y de religiosidad popular para muchos, momentos donde el arte cobra vida y se deshace en la sombra que cobija el aliento del asombro, espectáculo fusionado de pueblo y religión.

 

            La Esperanza siembra de verde romero el negro asfalto de la desesperación. Todos esperan un milagro. Es semana de ilusiones.

 

www.josegarciaperez.es

 

 

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