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La transformación


Cuando se disponía a sumergirse en el mar para bucear, se percató de un fenómeno electroquímico desconocido para ella. Se quitó las gafas de buceo y se dedicó a observarlo. Como el caballero que llevara la lanza en ristre, empuñó la caña de pescar y comenzó a remover las aguas de la orilla. Por aquella zona, el mar parecía en ebullición, como si sus sales estuviesen en transformación química. Un pez extraño como afectado de hibridismo entre lubina y calamar producía destellos eléctricos. Se le quitaron todos los deseos de bucear y corrió impresionada: "¡Condotiero!”, gritó como enajenada al socorrista sentando observador en su puesto de vigía. "Señorita, no la comprendo", respondió. "Es lo mismo", contestó ella y, en el primer chiringuito, pidió el alivio de un zumo de fruta. El mar, a las pocas horas, se había convertido en una cloaca donde se descomponían millares de cuerpos de emigrantes ahogados.

 

 

 

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