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La otra mirada. Ambiciones o cuando el cielo se cae a pedazos


Palacio de Vistalegre, es dieciocho de octubre de dos mil catorce y el recinto presenta un aforo desbordado que va a ser protagonista de la Asamblea Ciudadana que dará carta de ciudadanía a Podemos, fuerza política de reciente cuño.

Pablo Iglesias, un joven profesor de la Universidad Complutense de Madrid, abre la Asamblea fundacional: “El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto”. El auditorio, enardecido, aplaude a rabiar y la esperanza desborda a los compromisarios. Se masca en el ambiente que la utopía puede llegar a hacerse realidad, que estos jóvenes van a ser capaces de “construir un puente interminable hacia la dignidad, para que pasen, uno por uno, los hombres humillados de la Tierra”, tal y como escribió el poeta hondureño Roberto Sosa.

Detrás de Pablo, líder indiscutible, aplauden, sonrientes, desbordantes, sus jóvenes pretorianos: Íñigo Errejón, Sergio Pascual, Carolina Bescansa, José Manuel López, Emilio Delgado Orgaz, Luis Alegre o Juan Carlos Monedero. Pero, pasados dos escasos años, de todos ellos no queda en pie ni el apuntador. Íñigo Errejón, el último “outsider”, va a ser defenestrado en las próximas horas, cuando se ultime el jaque mate que se avecina en el Vistalegre II. Aquello que en un principio se imaginaba como una suerte de aire fresco en la acomodada y putrefacta política española, empieza a parecerse cada vez más a un folletín decimonónico. Aquella ilusión, el espejismo de una nueva manera de hacer política, ha terminado por ser una mala imitación, un sucedáneo, del cuadro “Duelo a bastonazos” del insigne Francisco de Goya y Lucientes.

El cainismo podemita no tiene parangón en el panorama político contemporáneo. La casa de los líos del PSOE parece una bucólica escena de la revista “Atalaya” de los Testigos de Jehová, si la comparamos con la brutalidad con que los “alcanzacielos” ejecutan a sus adversarios de bancada, rememorando las más oscuras etapas del rancio estalinismo. Ha sido el propio Luis Alegre, cofundador de Podemos, quien acaba de tildar de “grupo de conspiradores", al actual equipo de Pablo Iglesias, "camarilla que, a día de hoy, está dispuesta a destruirlo todo con tal de no perder su condición de cortesanos".

Y es que cuando las ambiciones personales se anteponen al bien general, lo que podría haber ocurrido, tras la toma de los cielos, se convierte en un elíseo que se descompone a pedazos y con él las ilusiones de millones de españoles que habían depositado su esperanza en un proyecto que cada vez se asemeja más a las intrigas de Falcon Crest y su praxis a las malas artes de Ángela Channing. Pena me da.

 

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