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Ideologías


En más de una ocasión he manifestado que me interesa mucho más el hombre como tal que la ideología que lo mueve. Tal reconocimiento hace que disfrute de la amistad auténtica con personas que están en las filas de distintos partidos políticos (PSOE, PP, Podemos, C´s, IU, CDC, PNV, etc.).  Me expreso así porque el individuo es el único ser capaz de vivir, es decir, de ir, mientras camina, conociendo lo que ignora. Por desgracia, hay muchas personas que, aunque caminen, sólo ven el mismo paisaje. Todo depende de ellas. El hombre ha nacido para caminar por el tiempo y, mientras realiza su misión, ha de ir adaptándose a los cambios siempre positivos que le llegan de fuera. Sobre los negativos nunca debe permanecer indiferente, al contrario, luchará para que éstos no se produzcan y, si ya están en vigor, procurará neutralizarlos con la ayuda de aquellos individuos que, como él, saben que por esas vías no se va a parte alguna.

Asimismo, el mundo interior del hombre debe ser consecuente con estas imprescindibles metamorfosis y con las luchas contra la negatividad. Para ello, hay “algo” que debe permanecer y cultivar en los hondones de su ser. Me refiero a los valores y convicciones que cualquier persona debe tener, si se considera como tal. Estos tesoros han de ser inamovibles, aunque enriquecidos siempre por el propio individuo y por todo aquello que él permite que anide en su ser. Ellos son los que han de diferenciarlo del resto de los seres vivos y por ende de aquellos humanos que carecen de los mismos. “Los hombres son como vasijas de barro, asevera Enrique Larreta, que no valen sino por lo que guardan”. El individuo que dice que es impotente ante su semejante es porque no es capaz de despojarse de toda la miseria que lo invade, que lo domina por dentro y por fuera.

En la vida hay hombres idealistas y hombres que nunca tuvieron un ideal por el que vivir y combatir. Aunque cada partido político tenga su ideología, su idiosincrasia, ésta debe tener siempre como base los valores democráticos. Fuerza en donde nos apoyamos para acoplarnos perfectamente a esos cambios sumamente necesarios a los que antes me he referido.

El idealismo no debe anidar en el hombre por necesidad, sino por convencimiento, por esa ansia de identificarse con las claridades de su propio yo y propagarlas para bien de nuestros compañeros de viaje. Ciertamente, este tipo de personas es el motor de la evolución humana. Un ir hacia delante para beneficio de la sociedad, de la humanidad.

Soy consciente de que ciertos lectores pensarán que lo expuesto por mí es una utopía. Yo no lo creo así, pero en el supuesto de que fuese una comunicación optimista, un mensaje que al reflexionar sobre él lo consideramos irrealizable, tengamos presente que “en la utopía de ayer, declara José Ingenieros, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”. A pesar de lo dicho por Ingenieros, no, no es una utopía lo que acabo de escribir.

Las ideologías, cuando nacieron, lo hicieron en estado puro, pero con el paso del tiempo éstas han sido acomodadas, impurificadas, por quienes han tenido y tienen poder para ello. La esencia de tal o cual ideología se ha ido contaminando porque los que llevaron o llevan las riendas de cualquiera de ellas se han dado cuenta, en un momento determinado, de que echándole ciertas inmundicias pueden lograr los beneficios particulares o partidistas que, ya de antemano, se han propuesto alcanzar. Como siempre sucede, es el hombre quien enturbia, enloda, las aguas de los ideales, incluso desvía su cauce cuando le interesa.

Evidentemente una persona puede tener un ideal, el que crea que es el mejor, según las emanaciones de su orbe interno, pero... ¿tiene el conocimiento suficiente sobre el mismo para conseguir que sea la ley de su modus vivendi? ¡Cuántas personas dicen, gritan, que son militantes del PSOE, del PP, de Podemos, de C´s, de IU, del PNV... y, sin embargo, ignoran todo o “casi” todo lo que encierra la ideología con la que manifiestan comulgar!     

 

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