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Recortes


Es evidente que los problemas de difícil solución que heredó Mariano Rajoy del ex presidente Rodríguez Zapatero no sólo están sin resolver, sino que, desde que el gallego de Santiago asió las riendas del poder, éstos se han complicado hasta límites insospechados. Muchas y muy variadas son, en nuestro país, las incógnitas que hay que despejar, tras planteamientos racionales, para lograr una óptima solución a dichos asuntos. Si Zapatero y su gobierno fueron incapaces de afrontar las cuestiones a resolver, Rajoy y el suyo tampoco tienen la capacidad suficiente para darles soluciones satisfactorias a esta maraña de problemas, que engloban, entre otros, tanto a los institucionales como a los económicos y financieros. Estas sumas de problemáticas políticas ennegrecen el presente español, haciéndolo inhabitable para un sector bastante significativo de la ciudadanía española, el mismo que es el motor de la maquina social de nuestro país.

Tan sombrío es el panorama de la política en España que Zapatero, en el pasado reciente, en vez de hacer historia con sus decisiones y actuaciones la deshizo desde sus raíces por su ineptitud manifiesta. Lo mismo le está sucediendo a Mariano Rajoy con sus célebres y perversos “recortes” en esos campos de la sociedad, que deberían para él y su gabinete ministerial ser intocables. Los campos propicios y ya abonados para llevar a cabo dichos “recortes” no son los de las clases alta y altísima, incluida la de los políticos, sino aquellas que se hallan en los estratos bajo y medio de la sociedad española.

Rajoy y sus ministros aprendieron bien, antes de estar en el poder, que “sólo hay una regla, refiere John Galsworthy, para todos los políticos del mundo: no digas en el poder lo que decías en la oposición”. Ciertamente, Mariano Rajoy prometió a la sociedad española, durante el tiempo que permaneció en la oposición, que transformaría el gélido y crudo invierno que, desde el gobierno anterior, ésta padecía, en primaveras fecundas y generosas. Por ello, el pueblo, con la esperanza de que con Rajoy y su partido político vendrían tiempos mejores, los votó (ya va por la segunda legislatura, gracias a los votos de Ciudadanos y a la ignominiosa abstención del PSOE). Pero el invierno continúa su camino, haciéndose mucho más riguroso en todos los aspectos.

 

Actualmente, el pueblo español aguarda, en medio de la noche invernal, la llegada de tiempos mejores, de tiempos sin “recortes” malignos ni engaños, de tiempos sin copiosas nevadas ni inseguridades, de tiempos en los que el estado del bienestar se asiente en cada rincón de nuestro país, en cada hueco del corazón de cualquier ciudadano español. Pero el invierno, hoy por hoy, prosigue su letal andadura por las tierras de España y por la vida de un sinnúmero de personas que ven cómo merman sus ingresos y su esperanza, cómo agrian la savia de sus sueños y deseos, cómo viven el día a día arrastrando la cruz de sus impotencias, sus amarguras y sus ansiedades…

Ante esta situación, tan desoladora e incierta como inescrutable, Mariano Rajoy y su gabinete ministerial actúan erróneamente para salir del profundo pozo, en cuyas entrañas se encuentran nuestro país y millones de españoles, y es que “los políticos son siempre iguales, manifiesta Nikita Kruschev. Prometen construir un puente incluso donde no hay río”. Precisamente, eso es lo que está sucediendo actualmente en España con sus políticos. Con su palabrería y actuaciones equivocadas, nuestros dirigentes procrean promesas falaces, “recortes” feroces e inhumanos, silencios insostenibles, incontables y solapadas corrupciones… Ya es el momento de que nuestras esperanzas se transformen en realidades positivas y enriquecedoras para bien de España y de la sociedad que la habita. Ya es el momento de que nuestros gobernantes trabajen para consolidar y potenciar el bien común español sin “vender” ni un ápice de nuestra soberanía a compradores imperialistas e indeseables.         

 

 

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