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La democracia en España. El siglo XX muestra la estela última de una descomposición


Los tres últimos siglos de la Historia de España han sido convulsos hasta la exasperación. El XVIII se inicia con el cambio de dinastía en la corona. La decadencia genética de los Austria nos condujo por manos de Luis XIV a la de Borbón en la persona de Felipe de Anjou. La guerra civil desarrollada en Cataluña, donde lucharon partidarios de Felipe V y Carlos de Austria, sigue larvada a pesar de los tres siglos transcurridos con el precio de una colonia inglesa en nuestro suelo: el Peñón de Gibraltar, que para nuestro desdoro aún pervive.

El XVIII se cerró con la ignominia de Carlos IV quien inicia el XIX. Sus alianzas con Francia nos condujeron a la Batalla de Trafalgar en la que la marina española quedó desarbolada. Permitió la invasión napoleónica que culminó con la guerra de la Independencia. Seis años perdidos segando vidas, desvalijado de nuestros tesoros y monumentos por la rapiña de los franceses, dejó a la nación española exhausta.

No tenía bastante que se desangró en tres guerras civiles, las carlistas Tan débil quedó que la América hispana se fue desgajando de la metrópoli hasta concluir el siglo con el desgarro final, de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El imperio ha desaparecido. Sólo queda la España de la península Ibérica, los archipiélagos de Baleares y Canarias. Ceuta, Melilla y algunos islotes en el mediterráneo, al norte de Marruecos.

El siglo XX muestra la estela última de una descomposición. Los militares andan inquietos y las salas de banderas alteradas. Las Juntas de Defensa es la manifestación de ese descontento. Tras el desastre de Annual, la Monarquía acepta la dictadura de Primo de Rivera. Es probable que la indujera, que resolvió el problema enquistado de la guerra de Marruecos acabando con la sangría de tanta vida humana perdida.

La caída de Primo de Rivera, dio paso a la dictablanda personificada en el General Berenguer, alto Comisario en Marruecos cuando lo de Annual. “El error Berenguer” como lo calificó Ortega quién concluye su artículo con el alegato revolucionario “Delenda est monarchía” paráfrasis de la pronunciada por Catón el viejo referida a Cartago.

El pacto de San Sebastián que llevó al republicanismo confeso a conspicuos políticos monárquicos, pretendió un golpe de estado fracasado, con dos víctimas: los capitanes Galán y García Hernández, fusilados tras juicio sumarísimo por su acto de rebelión en Jaca.

Después de algunos intentos fallidos, Alfonso XIII encuentra en el almirante Aznar la persona que ordene el caos político por el que España discurre quien convoca elecciones municipales el 12 de Abril de 1931. Ante los primeros resultados en las grandes provincias, y sin esperar al recuento de todos los votos, se proclama la II República siendo nombrado D. Niceto Alcalá Zamora, monárquico declarado y miembro del gobierno con la monarquía en dos ocasiones, mira por donde, Jefe del Gobierno provisional y poco después, primer Presidente. Y Alfonso XIII sin elementos de juicio suficientes ni el coraje para esperar los recuentos, huye a escape dejando a la deriva republicana los restos del naufragio político  monárquico.

(Continuará).

 

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