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El Copo. Sevilla-Betis


Inicio este Copo -si me lo permite la maltrecha espalda- cuando faltan cinco minutos para que den las 18 horas, o sea, cuatro horas antes del comienzo del partido de fútbol que va a enfrentar en este día del Corpus al Sevilla y al Betis, continuación de la traca de la Liga Española que el maldito bicho logró detener.

         La “nueva normalidad” se estrena, futbolísticamente, hoy con el Sánchez Pizjuán vacío y centenares de policías rodeándolo para que ambas aficiones no se aglomeren en sus santas inmediaciones.

         Roures, el magnate del fútbol, ha sido incapaz, por ambicioso y tacaño, de dar el encuentro en abierto por TV.

         Con el estadio sin un estallido de alma, Illa, el salvador, ha establecido que pueden entrar unos pocos de comentaristas, algún fotógrafo y, lógicamente, los contrincantes.

         Permite el buen hombre a los jugadores que se puedan abrazar sin logran meter un gol y también escupir, no al contrincante sino al suelo; será guarro el sujeto.

         Los capitanes de ambos equipos tienen prohibido darse las manos entre sí y tampoco al árbitro y jueces de línea al principio del derbi, con lo fácil y barato que hubiese salido una miaja de gel para purificar sus manos.

         Rodará el balón y se escucharán perfectamente piropos, insultos e improperios entre béticos y sevillistas, mientras en Triana y por Eduardo Dato las terrazas se abarrotarán de aficionados con mascarillas incorporadas y una cinta métrica que separe a tirios y troyanos como el Alto Mando ordena.

         Que gane el mejor, ya saben: el Sevilla de mi alma.

 

 

 

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