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En cien palabras. Desnudo total


En tiempos abrasantes añoro la sagrada terraza, el balanceo de la vieja butaca, el jolgorio del canario Limón y el lametón de Gérsom, mi perro de las noches amarillas.

         Penetro la mirada en la negrura del recuerdo y no encuentro los grises ojos de la madre; el ficus ya no me acaricia con su ramaje.

         Desapareció mi personal eucaristía con la Naturaleza.

         Ya no despierto al amanecer para adorar al sol que levanta su poder por levante y no duermo con su ocaso por poniente.

         La orilla, su espuma y la mar siguen allí esperándome.

         Estoy solamente con la palabra.

 

 

 

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