Lucidez
En columna pasada definía la senectud como: “El p<span class="fcup0c">eriodo de la vida humana que va desde los 68 o los 70 años en adelante, durante el cual se produce la definitiva disminución y decadencia de las fuerzas psicofísicas, hasta llegar a la muerte</span>. Para referirse al normal deterioro de esta edad se utiliza el término «senescencia»”.
Esto viene a colación porque hace días me tropecé, en los anaqueles de mi biblioteca, con “Las Matemáticas de la Física y de la Química” de Margenau y Murphy, viejo tomo en el que, entre otros, me sumergí en mi juventud para ampliar mi universo matemático e iniciar la andadura por la matemática superior, base firme, e imprescindible, para estudiar las asignaturas técnicas de mi carrera, y soporte suficiente, donde se asentaría mi profesión docente.
Inicio la lectura y compruebo, con alegría, que aquellos conceptos: derivada parcial, diferencial total, Funciones implícitas de la Termodinámica, etc., etc…, etc.…, que enseñaba a mis alumnos de la Escuela de Ingeniería Técnica, hace más de 40 años, permanecían vivos en mi mente.
Es cierto que mis facultades físicas están mermadas. Los años no pasan sin dejar huella. Sin embargo, las psíquicas se mantienen en plenitud. La memoria funciona y el raciocinio también. La prueba, lo dicho más arriba.
Gracias al buen Dios, conservo plena lucidez que amenaza a los sufridos lectores, si hay alguno que me lea, que siempre tendrán la opción de ignorarme.
En el año sabático que me he tomado, he encontrado la estrategia para corresponder a la generosidad del Director de mantenerme en “nómina”. Así pude reanudar mis columnas, y desde esta extraordinaria Atalaya, donde la libertad es su seña de identidad, me permito aconsejar: a los jóvenes: ¡Estudien! Fortalezcan y amplíen su horizonte profesional, no cejando en su preparación, al par que se sumergen en lecturas y actividades que incrementen su nivel cultural.
A los mayores: ¡No se “abutaquen” delante de la TV! Lean, escriban, intenten reconstruir los conocimientos adquiridos en la escuela y tantas otras que mantengan viva su lucidez. Pronto verán la recompensa, con un mundo insospechado de satisfacciones.
La actividad intelectual es el fulcro donde se articula la vejez para no sentirse ni solos, ni acabados.
MR.
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