Microcuento de Navidad
Navidad, Navidad, dulce Navidad… Pero Irene estaba sola y ni emborracharse podría para volver sola a casa ya que una sola moneda llevaba en el bolso. Con tanta soledad, pensó comprar un poco pan y mortadela para consolar su estómago cuando estuviese sola y tuviera hambre.
Comenzó a caminar hacia la tienda. Le salió al paso una anciana diciendo:
—La Biblia dice que “más vale morir que ir mendigando”. En verdad te digo que mucha vergüenza siento al ponerme a pedir, pero, por amor de Dios, ¿no tendrías alguna moneda que darme?
—La Biblia dice también que “Con todo, ten generosidad con el necesitado, y no le hagas esperar la limosna. Como está mandado, socorre al pobre; y, por su indigencia, no le despidas con las manos vacías” —se le vino al pensamiento y, sin más, le dio la moneda a la mujer.
—¡Gracias, muchas gracias!, dijo la mendiga.
No tenía sentido seguir caminando hacia la tienda y volvió sobre sus pasos. Ya se las arreglaría cuando apretara el hambre.
De pronto, sintió que le pesaba el bolso. Con extrañamiento lo abrió y comenzaron a desbordarse las monedas iguales a la que le había dado generosamente a la mendiga.
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