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Tomadura de pelo


Quien lleve años vividos —si recapacita un mínimo— dispone de hechos que le permitirán forjarse idea exacta (no afectada por apariencias ni propagandas) del papel que juegan los políticos en democracias reales o presuntas. Se dice con hartazgo, ahora mismo tal vez excesiva discreción e indulgencia, que España es un “país bananero”. Medios afines y contrarios al gobierno de turno, han difundido tal especie quebrando, de forma habitual, objetivismos e independencias que debieran serles intrínsecos. Preocupa no solo semejante expresión destemplada, sino su absoluta veracidad desde los primeros pasos democráticos. Escudriñando a fondo el acontecer de los años, podremos advertir lo poco que se valoraron los intereses ciudadanos a la hora de elaborar nuestra Constitución, exaltada en títulos concretos por partidos agencias de acomodo; una tomadura de pelo.

Aquellos famosos padres de la patria (padres putativos al correr de los tiempos) a quienes se confió redactar una Carta Magna que engrasara el sistema naciente, por fas o por nefas idearon un texto envenenado. La apertura del Estado Autonómico, duplicando competencias con Diputaciones, ha generado un costo inasumible. Según cálculos precisos, estas cuestan al contribuyente setenta mil millones de euros que sumados al derroche autonómico se llega a una cifra desmedida. Imagino a aquellos señores, los “más competentes” de colectivos aletargados durante cuarenta años, debatiendo el sinsentido de la unidad española en el previsto Estado Autonómico y una Ley Electoral que prima los nacionalismos (hoy independentismos) sobre partidos de ámbito nacional. Su excusa eran los “derechos históricos” de catalanes, vascos y gallegos. Trajeron el maremágnum.

Demócrito, pensador griego, proclamaba: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. Rechazo usar calificativos porque bondad y maldad son términos huidizos, emparejados a filias y fobias siempre neurasténicas, pero hoy gobiernan España fantoches independentistas que desean cuartearla. Desde las elecciones de mil novecientos noventa y tres, CyU (hoy JxCat, alias para velar la corrupción), ERC y PNV han jugado un papel peculiar en la gobernanza —quizás desgobierno— del país. PP y PSOE consintieron que los nacionalismos, burgueses todos ellos pese al etiquetado, conquistaran parcelas importantes e irreversibles de poder. Ahora ambos, cuando padecen el desamparo que entraña la oposición, inculpan al otro de las confabulaciones realizadas mientras dirigían un gabinete con graves escaseces, minusválido, dependiente.

Política como acepción ejemplar significa arte o ciencia del gobierno. Sin embargo, entre concepto y práctica observamos divergencias aparentemente insuperables. Mi experiencia personal, sumada a la que padecen millones de conciudadanos, lleva a certificar una farsa connatural al vocablo visto el desenfreno a que nos ha llevado esta conjunción maldita de políticos indocumentados, ruines, anexionados a un pueblo gregario, seguidor del cencerro. Esa esquila que llama al rebaño no solo se materializa en el preboste de turno; los medios usufructúan una caja de resonancia sin igual. Implantar sentimientos colectivos que lleven al individuo a comportarse cual sordos, ciegos y ayunos de sentido común, me parece una labor meritoria, aunque onerosa y perjudicial. Cierto que ahora abandonan aquel papel inicial de servicio ciudadano para someterse voluntariamente al gobierno aceptando ser cómplices de su arbitrariedad e imposición.

Desaparecido Suárez y UCD, sofocado un golpe militar sui géneris, realizada la “alternancia democrática” (luego comprimida tres décadas en Andalucía), empezaron los dirigentes a defecar sobre la soberanía popular. Consecuencia de ello, se gestó una degradación paulatina del sistema cuya rúbrica significativa refrendó Alfonso Guerra con aquel amenazador “quien se mueva no sale en la foto”. Más allá del desafío concreto a sus damnificados correligionarios, sobrevolaba la advertencia al pueblo: “haremos en adelante lo que queramos” sin pasar filtros éticos ni legales. El año mil novecientos noventa y dos se celebraron sendos acontecimientos desastrosos dentro del boato: Exposición Universal de Sevilla y Juegos Olímpicos en Barcelona donde se escamotearon muchos miles de millones de pesetas. Constituyó el preludio del desenfreno que llevaría irremisiblemente al envilecimiento político y social. ¡Desvergonzados!

Aznar concluyó una primera legislatura provechosa si bien permitió el reforzamiento catalán con un Pujol vivo, ladino y, por lo descubierto más tarde, presunto ladronzuelo. Además, en economía fue incapaz de perfilar empresas que compensaran el cataclismo industrial perpetrado por Felipe González para entrar en la Unión Europea. A cambio, permitió la burbuja inmobiliaria y financiera de infaustas consecuencias a futuro. Su segunda legislatura, para olvidar, consolidó la corrupción del ejecutivo anterior.

Zapatero, pujolista, supo aprovechar el falso auge económico de Aznar. Realmente fue fundador de bastantes “chiringuitos” con aquellas frívolas naderías llamadas “Memoria Histórica” y “Cambio climático”. Inepto récord (hasta que alguien lo batiera), propagandista diligente y deplorable, dijo en plena crisis “estamos en la champions league de la economía mundial, no estamos en crisis y tenemos la tasa de paro más baja de la historia”. Entre el cachondeo mayúsculo del auditorio, instituyó “historia e histórico” como elemento dinamizador de la farsa. Repitió legislatura desenmascarando al personal.

Rajoy frustró las esperanzas en once millones de votos. Apático, insensible e ingenioso, permitió una corrupción injustamente acrecentada por rivales sin ninguna autoridad moral. Actuar cual Zapatero adán, nulo, impío, le hace ser de los peores presidentes.

Llegamos a Sánchez. Con él he descubierto que los españoles restringimos nuestra vida al mes de diciembre, concretamente al día veintiocho. Las encuestas, y los cien diputados adjudicados al sanchismo con la que está cayendo, confirman la anterior afirmación. Transcribo parte de una carta enviada a Sánchez por Enrique Pérez Romero, vicesecretario del PSOE extremeño. Dice: “Como individuo desideologizado, narcisista, falaz y antidemocrático, tu principal objetivo jamás tuvo que ver con el PSOE, ni con España, sino contigo mismo. Alcanzar el poder para cumplir tu ambicioso y personalista sueño de llegar a Moncloa y vivir de la política el resto de tu vida. No había nada más detrás, ni una ideología, ni ética, ni una visión o misión histórica. El PSOE como partido prácticamente ha desaparecido mediante el estrangulamiento de su funcionamiento orgánico y la dirección mesiánica que ejerces”. Certero, exacto; los socialistas, asimismo, comprenden que algunos nos toman el pelo. 

Sánchez concentra todos las taras personales y políticas. Considero ininteligible cómo un aventurero anodino, inane, mendaz, ha llegado a presidente de este país con Historia irrepetible. Alardea de todo y solo contiene propaganda, imagen, escaparate. Analizando rigurosamente su gestión, se encuentra a distancias siderales del resto. El “aprendiz de tirano”, según Abascal, nos lleva a la ruina sanitaria, institucional, económica y social, potenciando odios (hasta con uno mismo) entre españoles. Conocido por quien quiera ver y saber, sobran epítetos para ilustrar al personaje sin esfuerzo ni alusión.

 

 

 

 

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